viernes, 3 de abril de 2015

¿Cómo se siente la ansiedad?



Todos hemos sentido ansiedad en algún momento, la incertidumbre del futuro y el miedo a lo desconocido pueden provocarla, pero, ¿qué pasa cuando la ansiedad se vuelve parte de nuestra vida diaria?, ¿cuándo es tan fuerte que no se puede pensar en otra cosa?, ¿cuándo se vuelve incapacitante y no nos deja realizar ni las actividades más simples y básicas?, de esto se trata esta reflexión, escrita desde mi propia experiencia como psicóloga y para quienes dia a dia libran una batalla contra la ansiedad y el pánico.

Pero empecemos desde el principio, la ansiedad puede sentirse de muchas maneras dependiendo cada persona, algunas la describen como nerviosismo, otras sienten temblores en brazos y piernas, otras padecen insomnio, pero lo que es cierto para todos es que es una sensación bastante desagradable que nubla la mente y trastorna el cuerpo, cuando esta angustia es llevada a su punto máximo en tiempo e intensidad puede convertirse en un trastorno de ansiedad generalizada o incluso a un trastorno de pánico.

Quienes padecen alguno de estos trastornos sabrán a que me refiero cuando digo que son realmente incapacitantes y es aquí por donde quisiera comenzar a relartar un poco como fue mi experiencia con pacientes con estas características, esperando que sirva a otros para aprender del tema pero sobre todo para que sepan que no están solos, son muchos los que han pasado por estos trastornos y si hay salida, aunque en algunos momentos pareciera que no la hay y que las cosas solo pueden empeorar, sepanlo: se puede salir adelante, se puede disfrutar de nuevo y salir victorioso de esta batalla.

El relato de una paciente con trastorno de pánico comenzó mas o menos así:

“Cuando tuve mi primer ataque de pánico no sabía que me pasaba, pensé que estaba enferma o que iba a desmayarme, me sentí mareada, temblorosa y muy angustiada, para desgracia mía no era una sensación que no volvería a sentir, de hecho, a partir de este momento se repitió (y a veces continua haciéndolo) tantas y tantas veces que logré acostumbrarme a ella, la conocía a la perfección y al parecer ella a mí, ya que siempre se hacía presente en los momentos más inoportunos sin darme posibilidad de deternerla”

Seguramente se estarán preguntando cómo se sentía ella en estas ocasiones, cuándo sucedía y porqué, la realidad es que aunque trataré de explicar lo mejor que pueda la sensación, para cada uno es diferente, los síntomas y la intesidad varían de persona a persona e incluso en uno mismo.

Antes de llegar a un ataque de pánico como tal, siempre es necesario pasar por una etapa previa de angustia o ansiedad “light”, es decir, uno se siente nervioso y preocupado pero el miedo y los síntomas físicos todavía no se hacen presentes, esta etapa puede durar días o incluso solo minutos y es un presagio de lo que viene. Cuando el ataque de pánico llega, se pueden sentir y pènsar muchas cosas, si han pasado por esto seguramente se sentirán identificados por alguna de las siguientes: miedo a perder el control, miedo a morir o perder el conocimiento, mareo, temblores, sudoración, palpitaciones, falta de aire, desesperanza, desesperación, vómito, diarrea, entre muchas muchas otras cosas.

Lo cierto es que nadie se ha muerto por un ataque de pánico y cuando termina, todo vuelve a la normalidad sin dejar casi ninguna huella, como consuelo para quienes los han padecido, les diré que por mucho que se repitan y muy intensos que sean, no les harán daño ya que solo están en nuestra mente y en realidad no nos está sucediendo nada.

Lo incapacitante de estos trastornos es que uno vive con el miedo de qué pasará si vuelve a presentarse una crisis, ¿qué tal si no hay nadie para ayudarnos cuando suceda?, comenzamos entonces a preocuparnos demasiado por el futuro y a pensar: ¿y si me sucede en la calle, cuando voy manejando, o que tal mientras me baño, en una tienda, en la escuela o el trabajo?

Respuesta a corto plazo de la mente ante estas interrogantes: “deja de hacer cualquier cosa que te de miedo de repetir una crisis” y por consiguiente, cada vez se limita más y más nuestra lista de actividades “no riesgosas” y es así como se vuelve incapacitante y termina fulminando nuestra voluntad y buen humor.

Pero no todo es tan malo, se puede revertir el daño, se puede salir adelante, pero no es un proceso fácil ni rápido, ya se los iré contando en próximos artículos.

¿Te has sentido alguna vez así? ¿Tienes dudas o comentarios al respecto? Te escucho, e intentaré darte la mejor respuesta posible, juntos somos más fuertes.




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