martes, 21 de abril de 2015

Miedo a la sangre: hematofobia

El miedo a la sangre parece ser muy común, a nadie le gusta ver su propia sangre ya que inconscientemente se disparan sentimientos de vulnerabilidad o hipocondriacos, como generalmente la sangre está en el interior de nuestro cuerpo sin que la podamos ver, el hecho de verla fuera nos causa angustia. Es un miedo muy extendido a nivel global, ya que estudios demuestran que el 10% de la población la padece en menor o mayor grado. 
No debemos confundirla con el miedo a las agujas e inyecciones (belenofobia) o el miedo el miedo a las heridas (traumatofobia), ya que, a pesar de que generalmente van de la mano, son fobias diferentes que se comportan y tienen sus inicios de otras maneras. 

Como en todas las fobias, la angustia anticipatoria suele ser mayor que la angustia real cuando se está frente a lo que se teme. Esto quiere decir que la ansiedad que se da antes de que el evento comience puede afectar mucho más que la que se tiene cuando se está expuesto, en este caso, a la sangre. 

Pensamientos castatróficos vienen a las personas cuando saben que tendrán que exponerse directamente a la sangre, estos son la base de la angustia anticipatoria, se pueden pensar cosas como: "seguro me voy a desmayar", "voy a hacer el ridículo", "nunca lo voy a superar y perderé el control", etc. 

El temor al desmayo y la anticipación de consecuencias negativas es mayor que el miedo real a la sangre. Pero como alguien alguna vez dijo: "cuando hay una batalla entre la imaginación y la razón, la imaginación siempre ganará", es decir, dejamos volar la mente y la creatividad hasta el extremo pensando en cosas negativas y horribles que nos sucederán, cuando en realidad tal vez nada de eso suceda. 

Esta fobia funciona diferente que el resto ya que se da en dos fases: primero, se eleva la presión arterial que causa palpitaciones y sudoración, posteriormente hay una caída brusca de presión y tensión arterial, lo cual genera mareos, inestabilidad y en casos extremos desmayos. Cualquier otra fobia, se quedaría unicamente en la primera fase, provocando alerta y tensión.

Las mujeres suelen ser más sensibles a la sangre, pero por otro lado, parece ser que los hombres llegan más facilmente al desmayo.

El miedo suele iniciarse desde temprana edad muchas veces por experiencias de otras personas o reacciones aprendidas de padres o familiares mayores. Es por esto que, tanto para esta como para todas las demás fobias, lo más prudente es no hacerlas tan exageradas y visibles en frente de los niños para evitar que las copien. Los miedos suelen ser aprendidos, no los traemos de nacimiento, así que una buena manera de evitar que nuestros niños sufran nuestros temores de mayores es no enseñarselos.
La buena noticia es que la hematofobia es completamente tratable y con una terapia adecuada (similar a las que se realizan para tratar cualquier otro fobia) puede devolver calidad de vida y tranquilidad al paciente que la sufre.

Algunas maneras que se recomiendan para tratar este miedo incluyen técnicas de relajación, exposición directa a la sangre, respiraciones o incluso una técnica conocida como esfuerzo intelectual, en la cual hay que ir contando de 7 en 7 hacia atrás, de esta manera la mente se concetrará en algo diferente y evitará los molestos síntomas de la ansiedad e incluso el desmayo. 

De cualquier manera, estas técnicas deben ser supervisadas por profesionales, no podemos auto ayudarnos porque sería perder el tiempo, recomiendo buscar una terapia congnitivo conductual en caso de que el miedo nos impida llevar una vida normal y realizar actividades como asistir al médico, hacer análisis de laboratorio, ver programas de televisión donde aparezca algo de sangre, etc. 

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¡Saludos!












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